Y esos ojitos de miel, colman mis horas de madre, mis ratos de amor,
convirtiendo así, en una vida entera la entrega de mi alma para ti.
Hijo de mis entrañas, suave luz para mi día, dulcificas mi estancia aquí
Bendices de bondad lo que vas tocando, con tu noble y puro tacto,
y me siento pequeña, siendo tu madre, cuando me arropas con tu manto
de un abrazo de tu cuerpo pegado a mi viejo y desordenado corazón latente,
añadiendo a mi espíritu la magia de tu inocencia en un impulso silente
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