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viernes, 25 de noviembre de 2011

Río Ulla, en Padrón (Galicia)

Un lugar precioso...






   Suaves luces acarician tus ojos claros, cuando la música suena empapando el alma de sonidos acústicos directos a dar en la diana con el roce de su piel blanca en los pliegues de tu suéter. Es tanta la suavidad del tejido de su vestido que sientes la caricia sutil de una carne dibujándose en tu pecho con las curvas de su cuerpo como bandera tocada por el viento.
   Embriagado en el silencio de sus labios acercándose a los tuyos, la viva voz de un te quiero se hace susurro inmediatamente después del último paso de tu mano por su rubio y ondulado cabello largo, sientes la cuidadosa entrega que ella te promete con ese baile descalzos, y el fuego de la chimenea calentando los deseos ,  encaminados a la fugaz locura que podría desatarse haciendo que ardan tus pensamientos y las intenciones se alboroten en tu cuerpo atrapado por los sueños que te ha hecho vivir días pasados.
   Frenas el paso, para continuar al ritmo de esas notas lentas y románticas, proponiéndole a tus brazos rodearla y cobijarla hasta quedar hendido tu corazón por donde los fluidos de sus labios y de sus lágrimas se cuelen hasta el último día de tu vida, y no soltarlos jamás.
   No llores, le decías, princesa y dueña de mis sueños, no llores más, yo no te voy a hacer daño en nuestro lugar inventado, en el rincón de nuestros secretos no existe el dolor.
   Yo lloraré si confundo mi realidad contigo y me vuelvo loco por retenerte. Dejaré que te vayas con él, le perteneces, pero hoy eres mía, mi dulce princesa y atraparte en la red de mis oscuras cavilaciones y liadas pretensiones no es lo que voy a hacer, porque mi locura no es otra que la necesidad de rozar tu piel, de oir tu sencilla voz, tus palabras de miel, y estoy ahora contigo bailando descalzo sintiendo esta experiencia única que tu y yo deseábamos. Un baile que, jamás olvidaré, pusiste tu piel sobre la mía provocándome sensaciones jamás sentidas, y ni a mil kilómetros dejaría de recordarte... princesa del otro lado de mi vida.
   Hoy no es el hoy que podría haber sido si el ayer no hubiese sido como fue. Ella y él, tu y yo, somos lo que hemos querido ser, y el paso de los años refuerzan en nosotros esas uniones, pero.... la fuerza de la simbiosis de nuestros encuentros hace que se fundan en deseos los días venideros y las tapas del libro de mi vida cambien hasta de titulo, y su contenido solo sea... tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú...... tú, tú, tú.
    Baila conmigo otra vez, princesa.

Y... Te vestirás para el baile...

   Te vestirás para el baile con un vestido de gasa blanca, de tacto imposible, de blanco puro que con su color me  abrace en secreto.
   Mientras bailamos me ausento de mi vida por que tus labios me roban el aliento y me ahogas entre suspiros, pero no duele morir así,  porque mientras muero  bailando contigo, revivo en ese lugar secreto y nuestro.  Es un baile de labios, caricias enredadas en un silencio que contiene  amor, gritos y gemidos.
   Abrazados por la música salimos a la terraza, no hace frio, pero tampoco calor, el cielo está lleno de estrellas que vienen a verte, escucha…  Se oye el mar y a lo lejos suenan las horas del viejo campanario, Dios mío… Son la doce.
   Abro los ojos y pienso que todo ha sido un sueño precioso, pero me doy cuenta que aún tengo el olor a ti en mi piel y el sabor de tus labios en los míos. Vuelvo a cerrar los ojos porque ya no se pensar en otra cosa que no seas tú.
   Así me encuentro, viviendo suspendido entre dos realidades, una palpable, cotidiana y la otra… Con lugares donde no cabe la maldad y el freno no lo pone la imaginación, ni el deseo porque todo está permitido si estás tú.
   Me entristece llegar a entender que nuestro deber es solamente ser el sueño de unos soñadores. Pero… Yo no pedía gran cosa, tan solo un baile más y no salir nunca de aquí.

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