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viernes, 11 de noviembre de 2011

Imaginame aquí, contigo.



  Imaginame descalza pisando un suelo de goma espuma, liviana como un pañuelo de seda cayendo desde una alta ventana, salto conmovida y con una locura sensata, cuando tú me miras con tus ojos de plata.
  Vas minando mi burbuja de cristal haciéndola resquebrajar, y percibo un leve aliento de tu boca que permanente se posa en mi piel, dejándome así parte de tí hasta un nuevo y dulce encuentro que se permita desbordar pedazos de mi alma para entregártelos, así, incondicional.
  Fría me hacía el estado puro en el que me hallaba incrustada, bajo un manto de capas nevadas, gélidas, insensibilizando así mi esporádica libertad, que ni por asomo aparecía, ni con la indulgencia del no pecado salía mi interior a una luz más cálida, a un calor más humano, a un despertar a la vida.
  Hasta que llegaste tú, vestido de dulzura, con armadura de pétalos de rosa y aroma de azahar, con una firme manera de cruzar el paso que había entre los dos, sin titubear te dirigiste a las oscuras barreras que oprimían los latidos de mi encarnado y duro corazón, ablandando todo a tu aire, a tu imagen, a tu ser. Te castigabas con la idea de no poder flanquear la puerta inhibidora de mis infinitos e íntimos dormidos secretos, acabando tu obra en el mismo momento que tus manos buscaron moldear mi sentido y sufrido sentimiento con tu caricia más deliciosa, modelando esta mujer de barro y piel a tu antojo y capricho. Y después, fuí tuya para siempre, sintiendome unida a ti mediante la más atrayente fuerza existente. Yo por tí, he creado nuestra vida juntos en un paraíso inalcanzable por nadie, y estaremos ahí, tu y yo, SIEMPRE.

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