Regalarte mi vida, es algo serio, nunca lo hice antes de ti, sólo dí una parte de mí y en cambio contigo me he desnudado de pies a cabeza, y he revestido mi piel con tu piel, fusionándonos de tal manera que, siendo dos, los poetas se ríen alegres al vernos, porque dicen en su locura que somos uno...
Encontré en tí una dirección de color azul que indicaba a pocos metros el amor de un gran amor; divisé, paseando de tu mano, un horizonte llano de color naranja con una casa flotando sobre vivas ilusiones en flor, y además, me asomé a una ventana al exterior viendo mundos que se ofrecían dorados, para instalarnos en el mejor, cuando metí las manos entre tu pantalón y tu camisa, subiéndolas hasta tu pecho, que acaricié, sorprendiéndome de que todos esos matices los guardabas dentro para mí, y supe que también te me regalabas, también te me dabas con gracia, haciéndome siempre feliz y sin límites ni del mal, ni del bien.... Siempre naturalmente naturales tú y yo, sin nadie que lo entendiera y con todos a nuestro favor.
Fuimos esos novios impuntuales que llegaron tarde sin antes haber sido hallados por nadie que fuera mejor.. Caimos rendidos el uno con el otro con un guiño que se escapó de uno de tus ojos y con una mueca como respuesta de mis labios intimidados con ese fuerte deseo que provocaste en ellos de besarte...
Cruzaste las palabras justas, ni más, ni menos, yo no quería más, sólo las precisas, las únicas, las necesarias, las que consiguieron en ese momento someterme a tu cariño sin dudarlo, y aún las recuerdo, con sólo decirme “eres muy guapa y una chica lista” acompañado de aquel guiño.... me subiste a la cima más alta jamás descubierta por ningún escalador para encontrar allí el tesoro más escondido a los ojos de cualquier ser, y yo lo encontré. ¡te encontré!.
¡Qué suerte la mía!.. Ya, ya, mi vida, ya...., de acuerdo... ¡Qué suerte la tuya también!
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